lunes, 25 de mayo de 2015

¿Qué se oculta tras las huelgas de los obreros de los puertos polacos del Báltico?; Enver Hoxha, 1980

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¿Quién no ha oído hablar de las sucesivas huelgas y reivindicaciones en Polonia en los años 70 y 80? ¿Quién no sabe que dieron lugar al famoso sindicato de «Solidarność» –Solidaridad– que una década después llevaron al poder a su líder Lech Wałęsa? Hoy analizamos pues, a través de este documento, cual era la situación en la Polonia revisionista y el Partido Obrero Unificado Polaco de inicios de los años 80.

Para entender el contexto de este documento hay que tomar en cuenta que nos encontramos varias décadas tras la muerte de Iósif Stalin en marzo de 1953 y de contrarrevolución generalizada en casi todos los países de democracia popular y partidos comunistas del mundo. En el caso particular de la Polonia socialista, poco después del XXº Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, fallecería en Moscú su principal líder marxista-leninista, Bolesław Bierut, el 12 de marzo 1956, con cuya desaparición la influencia del jruschovismo se extendería por toda Polonia de la mano del nacionalista-derechista –un titoista de toda la vida– Władysław Gomułka quién el 5 de agosto de 1956 sería readmitido en el partido, y sería aupado desde Moscú para que todos los elementos antistalinistas cerraran filas en torno a esta figura para oponerse a los que mantenían todavía los conceptos «stalinistas» como Jakub Berman o Hilary Minc quienes poco a poco serían apartados y purgados del partido. El triunfo del revisionismo jruschovista en vedad fue la victoria u vuelta de varios de los elementos socialdemócratas, luxemburguistas, trotskistas, leninistas, browderistas, gomułkistas-titoistas, expulsados años antes durante las luchas por mantener la pureza marxista-leninista del partido, pero también fue el comienzo del prototipo de nuevos cuadros en el partido bajo los lineamientos jruschovistas, de hecho los viejos desviacionistas rehabilitados a partir de 1956 como Władysław Gomułka y Marian Spychalski tuvieron que aceptar ponerse la chaqueta de jruschovista, y como era normal algunos la aceptaron con más gusto que otros.

Casi treinta años después, a inicio de la década de los 80, la Polonia revisionista-capitalista se encontraba bajo un estado de soberanía política, económica y cultural cercenada por el Estado revisionista e imperialista de la Unión Soviética, a la cual estaba atada a través del Pacto de Varsovia en lo militar, y al Consejo de Ayuda Mutua Económica en lo económico. Y si bien Polonia estaba dentro del círculo de influencia del revisionismo soviético, no pudo impedir que –sobre todo desde la llegada al poder de Edward Gierek– Polonia hubiera contraído grandes deudas y acuerdos comerciales con los países imperialistas de Occidente:

«La usurpación del poder por los revisionistas modernos, y su transformación de Polonia en país capitalista, inevitablemente provocó que la contradicción entre el trabajo y el capital, la burguesía y el proletariado, se exacerbaran e hicieran cada vez más profundas. Como resultado de la operación de las leyes capitalistas, la situación era cada vez más onerosa para el proletariado polaco. El día [la situación de agitación social – Anotación de Bitácora (M-L)] estaba predestinado a venir cuando los trabajadores no pudieran tolerar más la catástrofe económica que afecta al país, el aumento de la pobreza y la escasez en el mercado, la gran diferenciación de clases, las grandes injusticias socioeconómicas que fueron perpetradas abiertamente a su costa, la espiral de los precios, el desempleo crónico, la alta inflación, las deudas catastróficas, la declinación continua del producto nacional total y el nivel de vida, etc». (Spiro Dede; La contrarrevolución dentro de la contrarrevolución: acerca de los eventos en Polonia entre 1980 y 1983, 1983)

Bajo este panorama donde además la oposición prooccidental de Solidarność –que todavía se presentaba como a fin al régimen revisionista– iba cobrando fuerza y pidiendo más cotas de poder; veremos como la dirigencia del entonces Partido Obrero Unificado Polaco encabezada por Edward Gierek, afronta unas huelgas y reivindicaciones de similar calado a las ocurridas en 1970, y 1976.

Así, tendremos la oportunidad de comprender qué factores específicos tomaban partida en esta guerra de nervios entre las dos superpotencias de entonces –los Estados Unidos y la Unión Soviética–. ¿Podía o quería Occidente en esos instantes atraer a la Polonia revisionista a la OTAN y  la Comunidad Económica Europea? ¿Qué elementos podría usar para este fin? Es por ello que como el autor del texto expresa: había que tomar muy en cuenta la influencia de corrientes reaccionarias como la iglesia católica o la fobia antirusa que la propia dirigencia polaca usaba para ganarse a los sectores reaccionarios de tradición chovinista y que a la vez usaba como chantaje en sus relaciones con la Unión Soviética con la amenaza de azuzarlo cuando le viniera en gana.

¿Qué factores podría usar la Unión Soviética para mantener a Polonia bajo su campo? No se descartaba  entonces aplicar en la práctica la teoría soviética de la «soberanía limitada» para los países que quisieran salirse de sus organismos políticos y económicos, y en caso de que la dirigencia polaca se negara a aplicar cualquier deseo, ella haría bien en no olvidar las intervenciones en Checoslovaquia o Afganistán antes de dar cualquier paso.

¿Cómo acabaría todo este coctel de intereses y contradicciones tan fascinante para un historiador? En la dimisión de Edward Gierek en 1980 y el nombramiento  de Wojciech Jaruzelski, quién a deseo soviético resolvió la crisis con un «golpe de bastón» y la introducción de la «ley marcial» de 1981, que acabaría con toda concesión a Solidarność. ¿Cuál era el resultado político de las fuerzas internacionales con intereses en Polonia?:

«La cuestión polaca, motivada por la bancarrota política y económica del Estado revisionista polaco, por la política de opresión soviética y la crisis del CAME y del Pacto de Varsovia, ofreció un campo de acción a los Estados Unidos, a los Estados occidentales y a todas las fuerzas reaccionarias del mundo y, en primer lugar, al Vaticano y a la iglesia católica polaca. Al respecto podemos sacar las siguientes conclusiones: por medio de la iglesia polaca y «Solidaridad», la cuestión polaca pasó por un momento de aguda crisis que llevó a la implantación del poder militar en este país, al amordazamiento provisional de «Solidaridad» y hasta cierto punto limitó la descarada actividad hostil de la todopoderosa iglesia; el papa de Roma se convirtió en ministro del exterior de la causa de la iglesia polaca y de la reacción mundial; fracasaron los esfuerzos de los estadounidenses para instigar la intervención manu militari de la Unión Soviética en Polonia, como hizo en Checoslovaquia, con la intención de que la Unión Soviética se desacreditara metiéndose en aventuras militares y políticas. El ejército soviético, en base al Pacto de Varsovia, estaba en Polonia, pero los soviéticos escondieron la mano y fue el ejército polaco quien enseñó el puño. La propaganda y las grandes huelgas en Polonia, las homilías diarias del papa, las amenazas y las sanciones de Reagan, no sólo no tuvieron el éxito deseado, sino que los países de Europa Occidental evitaron comprometerse totalmente con la política estadounidense en Europa y con las medidas concretas exigidas por los Estados Unidos, conservaron su política de conversaciones y de no ruptura con los países revisionistas del Este, conservaron, e incluso ampliaron, sus relaciones económicas con ellos y con la Unión Soviética. Los Estados de Europa Occidental y, en primer lugar, la República Federal de Alemania, han hecho muchas inversiones y han concedido cuantiosos créditos y empréstitos a estos países, por eso no quieren perder ni los beneficios, ni la influencia que ejercen allí a través de su penetración económica». (Enver Hoxha; Sobre la situación internacional; Las superpotencias, 1982)

Pero para el gobierno polaco dicho estado de excepción no resolvería los problemas internos de su política revisionista y una antes de una década, el movimiento de protestas suprimido a la fuerza, volvió a emerger con la misma fuerza o incluso mayor, las huelgas de 1988 hicieron negociar en los famosos Acuerdos de la Mesa Redonda de 1989 con el movimiento que en ese momento estaba vanguardizado las protestas como era el sindicato Solidarność de Lech Wałęsa donde se reconoció a Solidarność como sindicato legal que poco después se constituiría como partido político y cosechó unos sorprendentes resultados en las elecciones legislativas de 1989, donde los desastrosos resultados del Partido Obrero Unificado Polaco hizo que Wojciech Jaruzelski entregara gustoso el poder –esta vez con el beneplácito soviético– a Tadeusz Mazowiecki el puesto de Primer Ministro, convirtiéndose poco después Polonia, en una república burguesa de corte Occidental.

***

El siguiente documento es parte de unas reflexiones de Enver Hoxha sobre los eventos de huelgas, protestas y revueltas polacas de 1980. Es un tema que debíamos traer debido a que los actuales revisionistas nostálgicos del revisionismo soviético y de sus lacayos como los revisionistas polacos, ocultan estos acontecimientos y en caso de que les toque defenderse de ellos ocultan sus raíces. Como siempre nuestras publicaciones no tienen otra intención que dar un puñetazo directo al hígado de los revisionistas con los temas que más les escuece y exponiendo mediante datos, citas y análisis un esquema general irrefutable sobre su oportunismo y papel reaccionario en los desarrollos históricos.

Hemos añadido unas notas finales, para que cuando el autor relate un hecho importante en el que queramos reflexionar, o que queramos corroborar con pruebas, haremos unas anotaciones.

El documento:


¿Qué se oculta tras las huelgas de los obreros de los puertos polacos del Báltico?

Como he escrito anteriormente en mi diario político, a primeros del mes de julio se inició en Polonia, de manera particular en Gdańsk, Gdynia y Szczecin, etc., ciudades portuarias del Báltico, un movimiento huelguístico de los estibadores y de los obreros de otros sectores. Estas huelgas adquirieron grandes proporciones durante la segunda quincena de agosto.

Desde el principio, el desarrollo de los acontecimientos en relación con estas huelgas, demostró que, aunque los obreros las hacían contra las dificultades económicas ante las que se encuentran, estaban manipuladas desde el exterior e inspiradas por la todopoderosa iglesia católica polaca. En esencia, pues, eran reaccionarias, de carácter contrarrevolucionario y estaban dirigidas contra el actual poder antipopular instalado en Polonia.

Siguiendo día a día estos acontecimientos, que se desarrollaron en Polonia durante los dos últimos meses, podemos sacar algunas conclusiones.

Era lógico que las huelgas en Gdańsk, Gdynia y Szczecin desembocaran en ciertas evoluciones y resultados. En primer lugar, ocasionaron nuevas dificultades a la dirección revisionista polaca y, simultáneamente, hicieron que se agravara la situación política en todo el país. Además, tal como se preveía, ante la crítica situación creada, las presiones internas y externas, el gobierno polaco se vio obligado a firmar el 31 de agosto, en Gdańsk, un acuerdo capitulacionista con el comité de huelga, hacer algunas concesiones y aceptar, entre otras cosas, que en los puertos de Gdańsk, Gdynia y Szczecin se crearan «sindicatos independientes autogestionarios» y que los obreros tuvieran derecho a la huelga y a elecciones mediante voto secreto.

Este resultado, naturalmente, fue logrado al margen de los deseos del partido y del gobierno contrarrevolucionario polaco, y también de los revisionistas soviéticos.

La constitución de estos nuevos sindicatos «independientes autogestionarios», es una nueva ofensiva de la burguesía, de la reacción internacional y de los revisionistas modernos contra la teoría leninista acerca de los sindicatos de la clase obrera como correas de transmisión que ligan al partido con su clase, como unión voluntaria de la clase obrera para defender su poder, la dictadura del proletariado, como escuelas del comunismo [1]. Está en total oposición con lo que decía Vladimir Ilich Lenin:

«Los sindicatos son los colaboradores directos y obligados del poder del Estado, cuya dirección, en toda su actividad política y económica, está a cargo de la vanguardia consciente de la clase obrera: el partido comunista». (Vladímir Ilich Uliánov, Lenin; El papel y las funciones de los sindicatos bajo la NEP, 1922)

Ahora bien, la creación de estos nuevos sindicatos en Polonia inicialmente en las tres ciudades mencionadas, porque su influencia puede extenderse como una mancha de aceite a todo el país, pero también puede ser liquidada de diversas formas y mediante medidas adoptadas periódicamente, significa que en este país existirán dos tipos de sindicatos: los «sindicatos independientes autogestionarios» y los sindicatos dirigidos por el Partido Obrero Unificado de Polonia. Formalmente, en el acuerdo suscrito en Gdańsk entre los delegados del gobierno y los representantes del comité de huelga, se dice que los «sindicatos independientes autogestionarios» reconocen la dirección del partido. Pero, según las informaciones de las agencias de noticias, muchos huelguistas no han estado de acuerdo con su dirección sobre esta cuestión. Deseaban que los sindicatos fueran totalmente independientes, de manera que pudieran imponerse al partido y al Estado polaco no sólo en el establecimiento de los precios de los artículos alimenticios e industriales, sino también en otras cuestiones generales. Pero esto, al parecer hasta cierto punto, no se alcanzó y el dirigente de estas huelgas, Lech Wałęsa, les dijo a los obreros que por el momento debemos conformarnos con lo alcanzado, y, ante el vice primer ministro polaco Jegielzky, que firmó el acuerdo en nombre de su gobierno, acentuó que éste debe cumplir las condiciones del acuerdo, de lo contrario se reanudarán las huelgas. En una palabra, los llamados huelguistas amenazan al gobierno polaco.

Estos son los hechos que hasta ahora conocemos. Pero pienso que toda esta llamada huelga de los obreros portuarios del Báltico no ha sido ocasionada únicamente por la falta de alimentos y sobre todo de carne o por el alza de precios, sino que tiene carácter político. Las huelgas no eran espontáneas, sino que estaban organizadas. Estaban organizadas desde fuera por los países capitalistas e imperialistas y desde dentro, por la reacción polaca, la iglesia y la propia camarilla de Gierek.

Expliquemos este análisis y estas conclusiones apoyándonos en hechos.

Es natural que estas huelgas sean consecuencia de la propia línea revisionista del llamado Partido Obrero Unificado de Polonia y de la total sumisión de este país a la Unión Soviética revisionista. Polonia, como miembro del Pacto de Varsovia y del Consejo de Ayuda Mutua Económica –CAME–, está ocupada militarmente y es explotada económicamente por la Unión Soviética [2], y políticamente depende de ella [3]. Además, el pueblo polaco en general ha estado siempre contra la influencia y la dominación rusa. La reacción y la iglesia católica han utilizado continuamente todos los medios propagandísticos y han aprovechado las dificultades económicas y políticas para profundizar el odio a la Unión Soviética y ahondar las contradicciones con ella [4].

Por otro lado, el sistema pseudosocialista en Polonia ha estado siempre en posiciones capitalistas más avanzadas que el resto de los llamados países de democracia popular.

En Polonia no se crearon ni existen cooperativas agrícolas socialistas. Existen algunas granjas estatales, pero allí, en general, florece la propiedad privada [5]. Los actuales panes polacos [terratenientes – Anotación de Bitácora (M-L)], naturalmente con otros títulos, poseen extensas parcelas cuyas labores realizan obreros asalariados, jornaleros.

En el campo polaco impera, pues, el sistema agrícola capitalista, alimentado y reforzado con sentimientos religiosos antisocialistas y antisoviéticos por la propaganda capitalista occidental y por el Vaticano a través de la iglesia polaca, que tienen luz verde para actuar. La misma situación se da en las ciudades polacas, y por tanto en las fábricas. La iglesia católica tras la liberación, a excepción de un período en la época de Bolesław Bierut, ha desempeñado y desempeña un importantísimo papel contrarrevolucionario. Ha conservado, afirmado y desarrollado sus posiciones ideológicas reaccionarias y continúa ejerciendo una profunda influencia política sobre el campesinado y la clase obrera, por no hablar ya de la intelectualidad polaca, que defiende y desarrolla el idealismo y otras ideologías reaccionarias. Władysław Gomułka y Edward Gierek han dado este importante papel a la iglesia católica y, queriendo o sin querer, lo han tolerado los revisionistas soviéticos. Es  evidente, pues, que la iglesia tiene mano e influye en las huelgas que se están produciendo en Polonia.

La dirección revisionista polaca, tanto del partido como del Estado, se presenta como si estuviera aliada con los revisionistas soviéticos, pero, en realidad, es antisoviética. Únicamente la posición geográfica de Polonia y su permanencia en el Pacto de Varsovia y en el Consejo de Ayuda Mutua Económica, la obligan a dar la impresión de que está unida con los soviéticos. Los revisionistas soviéticos también conocen esta situación y no pueden permitir de ninguna manera que Polonia se les escape de las manos. ¿Por qué? Porque de ocurrir esto, entonces peligrarían las vías de la hegemonía soviética sobre los demás países del campo revisionista, porque Polonia es, después de la Unión Soviética, el principal y más activo miembro del Pacto de Varsovia, y en caso de que pierda Polonia, la Unión Soviética ha perdido Alemania del Este, Checoslovaquia, Hungría, por no mencionar a Rumanía y Bulgaria, desde el punto de vista militar. En otras palabras, esto llevaría a la desestabilización de la estrategia del propio Pacto de Varsovia en Europa y se sobreentiende que en un caso así los socialimperialistas soviéticos no podrían de ningún modo quedarse de brazos cruzados.

Naturalmente Polonia, como la propia Unión Soviética, tiene relaciones económicas y políticas muy desarrolladas con los países capitalistas occidentales y también con los Estados Unidos. Estas relaciones han ido ampliándose [6]. En el terreno económico, Polonia ha recibido grandes créditos de los países capitalistas. Según las noticias de los últimos días, estos créditos llegan a los 20 mil millones de dólares [7]. Lógicamente esto ha puesto a Polonia en grandes dificultades económicas. Debe afrontar las obligaciones con los acreedores, es decir, no sólo devolver los plazos de los créditos recibidos, sino además pagar los intereses, por eso se ha visto obligada a aumentar la exportación. Pero, para liquidar completamente los créditos, Polonia debe sacrificar durante dos años consecutivos toda su exportación, lo que es prácticamente imposible.

El desarrollo económico de Polonia ha caído en los últimos años, y, además de esto, las inundaciones de este año la han obligado a importar millones de toneladas de cereal. A Polonia le faltan, pues, cereales para la población y forraje para el ganado. Esto ha ocasionado dificultades y carencias en el mercado, sobre todo de carne, a pesar de ser uno de los principales exportadores de bacón; han proliferado el mercado negro y la especulación, creciendo por consiguiente el descontento de las masas del pueblo y de los obreros. Las dificultades se han hecho aún mayores, porque los «aliados» de Polonia, la Unión Soviética en primer lugar, que la abastece de numerosas materias primas, han subido los precios de las mercancías y no respetan los plazos ni las cantidades fijadas para su entrega [8]. Esto demuestra que las relaciones en el Consejo de Ayuda Mutua Económica se han hecho difíciles desde hace tiempo y no sólo las de Polonia, sino las de todos los miembros de esta organización económica pseudosocialista.

Para mejorar la situación en la que se encontraba, la dirección polaca hace cinco o seis meses cambió al primer ministro, destituyó a Yaroshewitz y puso a otro en su lugar, un tal Babiush, del que se dijo entonces que mejoraría la situación económica de Polonia. Esto era un cuento, porque no es una persona la causante de la difícil situación económica actual, sino la propia línea revisionista, capitalista, del partido y del Estado polacos. Edward Babiush y Edward Gierek pensaron que, subiendo los precios de la carne y de otros artículos de primera necesidad, lograrían arreglar la situación sin grandes quebraderos de cabeza. Pero en realidad no consiguieron ni superar las dificultades económicas internas ni liquidar las obligaciones con los «aliados» y «bienhechores» capitalistas occidentales.

Así pues, en esta situación interna empezaron en Polonia las huelgas de los obreros de los puertos del Báltico.

Pero las huelgas en las ciudades del Báltico, y en general la cuestión polaca, debemos contemplarlas en el marco de la estrategia global imperialista y revisionista, del desarrollo de la política actual de las dos superpotencias imperialistas. Así, antes de que se llegara a las huelgas en Polonia, entre los Estados Unidos y los Estados de Europa Occidental, y en particular con Francia y la República Federal de Alemania, han existido profundas contradicciones sobre algunas cuestiones, como la de Irán, el despliegue de los misiles «Pershing-2» y «Crucero» en territorio de los Estados miembros de la OTAN y de los misiles soviéticos «SS-20» en los países miembros del Pacto de Varsovia, sobre la cuestión de los acuerdos de Camp David entre Israel y Egipto, en otras palabras, sobre la cuestión palestina, los derechos del pueblo palestino, sobre los juegos olímpicos de Moscú, etc.

La Unión Soviética, por su parte, se encuentra en dificultades políticas, económicas e incluso militares tras la invasión manu militari de Afganistán. Así es que en esta situación también a la Unión Soviética le interesa que se conserve la «distensión» y la colaboración con los Estados Unidos y en caso de que éstos sigan amenazando, entonces, por lo menos, le interesa romper el frente de la OTAN, haciendo una política de «distensión» con Francia y Alemania Federal.

Esta política de la Unión Soviética es aplicada también por sus satélites, el resto de los países de Europa Oriental. La Unión Soviética no desea de ningún modo que se le escapen de las manos estos países satélites, pero le es imposible impedir que se metan en deudas con Alemania Federal, Francia, Estados Unidos de América y otros países capitalistas occidentales [9].

Las huelgas en las ciudades costeras del Báltico, como he escrito en otros análisis que he hecho, son reaccionarias, contrarrevolucionarias, están dirigidas por capitalistas polacos contra otros capitalistas polacos, los revisionistas en el poder. Estas huelgas tienen carácter antisoviético y pro occidental. Los huelguistas están al servicio de la reacción, del capital polaco y de la iglesia católica.

Pueden hacerse dos suposiciones en torno al hecho de que estas huelgas estallaran bajo la influencia de las fuerzas reaccionarias internas y externas, pero no en un momento tan adecuado para ellas como para lograr los resultados que pretendían:

Primera, es posible que estallaran sin calcular bien el momento y la predisposición de la reacción capitalista occidental.

Segunda, existe la posibilidad de que esta última quisiera lograr una especie de contrarrevolución contra los contrarrevolucionarios en el poder en Polonia, pero sin sobrepasar los límites, es decir, que se desarrollara una contrarrevolución moderada.

En otras palabras es muy posible que mediante estas huelgas Francia y Alemania Federal desearan presionar a la Unión Soviética, pero no a Gierek y su camarilla, es decir, que no se fuera tan lejos como para poner en peligro las posiciones de esta camarilla polaca, de lo contrario se comprometería toda su política de «distensión» con el Este. Sabían que si se iba muy lejos en esta cuestión –cosa que podía ocurrir, porque las condiciones para un golpe contrarrevolucionario contra un grupo igualmente contrarrevolucionario, pero que está en el poder en Polonia, están dadas desde hace tiempo–, se provocaría la intervención armada de la Unión Soviética.

Así pues, podemos decir sin lugar a equivocaciones que Occidente ha tenido mano en este movimiento contrarrevolucionario polaco, y no dejó de echar leña al fuego, suficiente para darle el primer impulso, y, sobre todo, para que la clase obrera tomara el gusto a la oposición a la opresión soviética, pero de forma moderada y no violenta.

Creo que también la camarilla de Gierek ha tenido conocimiento de esta orientación y ha deseado una acción así con el fin de mostrarse «más independiente» de Moscú.

Edward Gierek es prooccidental. Estoy convencido de ello. Los Estados capitalistas occidentales, incluyendo a los Estados Unidos, quieren una dirección polaca con Gierek, Babiush o uno de sus compañeros a la cabeza. Pero en cierta medida, sobre todo los países capitalistas europeos, pretenden «nadar y guardar la ropa». Quieren, pues, que los obreros y el pueblo polacos conquisten supuestamente mayores derechos democráticos de los que tienen actualmente, lo que significa que el régimen autoritario revisionista polaco debe moderarse y dar nuevos pasos hacia la liberalización, pero sin pasarse de la raya.

Los Estados Unidos, ¿tienen o no tienen mano en este asunto? Puede que la tengan, puede que no la tengan. El que no la tengan es relativo, porque a los Estados Unidos les interesa una situación que irrite y enfurezca a la Unión Soviética que influya en las relaciones de Moscú con sus aliados de Europa Occidental, de modo que Jimmy Carter pueda realizar después sus planes hegemonistas en Europa y debilitar esa suerte de oposición de que es objeto por parte de Francia y Alemania Federal. Pero también puede pensarse así: las contradicciones de Francia y Alemania Federal con los Estados Unidos eran un juego diplomático de mucha envergadura para llegar a las huelgas de Polonia, o para ir más lejos.

Pienso que esta versión no podía beneficiar a Francia y Alemania Federal. Esto se vio claramente en la actitud que mantuvo la prensa occidental; si por una parte ésta puso énfasis en las huelgas de los obreros de los puertos polacos del Báltico, por otra, el gobierno francés, el alemán, el inglés e incluso el gobierno estadounidense se mostraron muy reservados. No sólo esto, sino que aconsejaron a los obreros de Gdynia, Gdansk y Szczecin reivindicaciones moderadas. Hasta el papa del Vaticano, y por consiguiente la iglesia católica polaca con Vishinsky a la cabeza, decía a los obreros que estaba de acuerdo con sus reivindicaciones, pero públicamente les dirigía llamamientos para que todo «se desarrollara en calma y en orden», para que se «tuvieran en cuenta» las condiciones de Polonia, del Estado polaco, etc.

Dicho de otra forma, Occidente temió una intervención militar de la Unión Soviética, lo que hizo que se llegara en Gdansk a lo que dije al principio de este escrito, a la suspensión de las huelgas con la suscripción del acuerdo entre los representantes del Gobierno y los representantes del comité de huelga. Hoy por hoy una intervención armada de la Unión Soviética en Polonia no le interesa ni a Alemania Occidental, ni a Francia, ni a Inglaterra ni tampoco a los Estados Unidos. Como quiera que fuese, las huelgas en los puertos del Báltico han tenido inspiración occidental, pero al mismo tiempo han sido moderadas y prudentes, para que no ocurriera como con Checoslovaquia y con Dubček, quien creyó poder ir hacia la meta soñada por el capitalismo [de tipo occidental – Anotación de Bitácora (M-L)] sin arriesgarse a la amenaza soviética.

En cuanto a Gierek y su camarilla, también tuvieron miedo de que los huelguistas rebasaran los límites, lo que provocaría la intervención de la Unión Soviética peligrando así toda su camarilla y sus planes. La camarilla de Gierek, que en mi opinión tiene mano en estas huelgas, pretendía con ellas decir al pueblo y a los obreros polacos: dad a entender a los soviéticos vuestra oposición a la dependencia de Moscú, pero con prudencia y moderación. Simultáneamente, a fin de demostrar a los obreros que el régimen «socialista» en Polonia ha fracasado, hizo autocrítica «franca», escandalosa, en el Comité Central ante la nación polaca, ante los huelguistas, afirmando que en Polonia, sobre todo en estos últimos años, se han cometido grandes errores políticos y económicos, los abastecimientos no se han realizado regularmente, se han violado los derechos de los ciudadanos y se ha constatado otra serie de errores, que han ocasionado un gran descontento entre los obreros y el pueblo.

Tras esta autocrítica, la camarilla de Gierek prometió reexaminar las reivindicaciones de los huelguistas, aprobar algunas de ellas, pero bajo la dirección del Partido Obrero Unificado de Polonia y en el marco de la constitución y las leyes del Estado polaco. Edward Gierek echó la culpa de todo al nuevo primer ministro Babiush, que pocos meses antes había llegado al poder tras la destitución de Yaroshevitz. Junto con él fueron cesados algunos ministros y se pusieron en su lugar personas que habían sido expulsadas del Buró Político, del Comité Central del partido y del gabinete ministerial en la época en que cayó Yaroshevitz. Así Babiush y otros fueron la «cabeza de turco», pero la responsabilidad no era de Babiush. El tenía las culpas que se quieran, pero tienen su origen y su causa en la camarilla de Gierek, que es reaccionaria, capitalista. Por eso, si alguien debía ser apartado de la dirección del partido y del Estado en Polonia, debía ser, en primer lugar, el propio Gierek con toda su camarilla.

En cuanto a la Unión Soviética socialimperialista, durante todos estos disturbios guardó silencio, pero tenía las orejas levantadas, acechando como el gato al ratón y, sin mover ningún regimiento, porque los tenía en Polonia, tenía las armas listas para el peligro que podía sobrevenirle. Los revisionistas soviéticos indudablemente mantenían contactos con Gierek y su camarilla, y con seguridad no estaban de acuerdo, sino en abierta oposición, con lo que estaba ocurriendo en Polonia y con la camarilla de Gierek, con su autocrítica y con las decisiones que se disponían a tomar. Cuando se firmó el acuerdo de Gdansk, Moscú relató brevemente en su prensa los acontecimientos y mencionó algo del discurso de Gierek. Esta fue la actitud que mantuvo la Unión Soviética durante el desarrollo de estas huelgas y esta actitud causó miedo a los Estados Unidos, Francia, Alemania Federal, incluso al propio Gierek y a la iglesia católica polaca.

Actualmente observamos que tanto Francia como la República Federal de Alemania, y también los Estados Unidos, a través de sus principales portavoces oficiales, elogian a Gierek por la forma de resolver la crisis. Así Zbigniew Brzezinski, consejero del presidente Jimmy Carter para cuestiones de seguridad, y Michel Poniatowski, antiguo ministro del Interior del gobierno francés, calificaron a Gierek de «hombre maduro» «de gran experiencia», de «ardiente patriota» que supo resolver a la perfección los desacuerdos de los obreros en huelga con el gobierno y el Partido Obrero Unificado de Polonia. Pero el hecho es que las potencias occidentales, por el momento, desean que no se vaya más allá, que se consoliden las victorias conquistadas con la huelga en los puertos del Báltico y que sean extendidas a todos los centros obreros de Polonia. Quieren que los llamados sindicatos independientes autogestionarios se afirmen y se transformen en un partido político en oposición al llamado partido comunista de Polonia.

La prensa de estos países habla sin ambages de que «la victoria alcanzada por los obreros polacos es una victoria histórica», porque esto ocurrió en un país supuestamente socialista, en el que, en realidad, el régimen comunista ha fracasado y donde no existe el pluralismo político. Así, pues, el capitalismo mundial considera los llamados sindicatos independientes autogestionarios, que nacieron del compromiso de la camarilla de Gierek con los huelguistas contrarrevolucionarios de los puertos del Báltico, como un futuro partido político, que ha obtenido desde ahora su independencia respecto al Partido Obrero Unificado de Polonia.

Debemos juzgar la creación de los «sindicatos independientes autogestionarios» en Polonia como un trampolín para pasar de un sistema de estructura y superestructura anarcosindicalistas de los países revisionistas, a un sistema enteramente capitalista. Lo sucedido en Polonia tiene semejanza con lo ocurrido tiempo atrás en Yugoslavia, obra del grupo traidor de Tito. Pero, Yugoslavia, que atravesó una fase de régimen pseudosocialista después de la guerra, se separó definitivamente del campo del socialismo y, tras varias peripecias, pasó al sistema de autogestión. En Yugoslavia el papel del partido, como partido comunista, desapareció. Desapareció también el papel de las uniones profesionales. El centralismo estatal y democrático fueron liquidados y cedieron su lugar a la descentralización económica, conservando aparentemente un centralismo político y una administración federativa común.

Actualmente la autogestión está siendo condicionada en Yugoslavia de diversas formas. ¿Por qué? Porque como sistema anarquista que es, no puede afrontar la gran crisis económica que atraviesan Yugoslavia y los países capitalistas que la ayudan. Los capitalistas occidentales y el imperialismo estadounidense, con las inversiones, créditos y empréstitos que le conceden, pretenden asegurarse ganancias a costa de Yugoslavia. Durante un tiempo, hasta superar la etapa de plena separación del sistema supuestamente socialista, el sistema de autogestión sirvió a estos objetivos. Ahora, éste ya no tiene valor y los objetivos de la burguesía capitalista mundial apuntan a dotar a Yugoslavia de otro sistema, el del centralismo burocrático.

En cambio, el revisionismo polaco, igual que en la Unión Soviética y en otros países del Pacto de Varsovia, conserva en Polonia las viejas formas de la estructura y la superestructura, es decir, aún se conserva allí el centralismo en la economía y en el poder; el Partido Obrero Unificado de Polonia está en la dirección; las uniones profesionales cumplen la función de correas de transmisión de la política del partido revisionista en la clase obrera, etc. La burguesía capitalista occidental necesita encontrar una salida para debilitar aún más este sistema estatal, aunque saben que es pseudosocialista y está bajo la total influencia de la Unión Soviética. De ahí que el capitalismo occidental y el imperialismo estadounidense, para debilitar el sistema capitalista-revisionista en los países aliados de la Unión Soviética, deben actuar, pero, naturalmente, con prudencia, porque una intervención abierta por su parte puede dar lugar a sucesos como los de Hungría, Checoslovaquia, Afganistán, que, al parecer, les han servido de lección.

Así pues, para introducirse mejor en estos países, los occidentales no sólo tratan de conseguir allí la degeneración de la sociedad y de continuar invirtiendo capitales, que les reportan beneficios y al mismo tiempo socavan el potencial político, económico y militar de la Unión Soviética en estos países, sino que no se olvidan y siguen trabajando por la degeneración del propio sistema actual en el poder. Y el mejor medio para la degeneración del sistema de los países revisionistas es la autogestión, que fue aplicada en Yugoslavia, que se está aplicando en China y que preconizan los eurocomunistas, el partido revisionista francés, el italiano, etc., y ahora deben practicar también los países del Pacto de Varsovia.

La burguesía capitalista mundial ha pensado, y no ha hecho mal para sus propios intereses, que actualmente no podía hacer una tentativa semejante en Hungría, en la República Democrática Alemana o en Rumanía, por eso encontró Polonia. ¿Por qué? Por la razón de que en Polonia el actual sistema revisionista en el poder está debilitado, la iglesia católica es la fuerza dominante,  y precisamente ese importante papel se lo ha facilitado la gente como Gomułka y Gierek. Queriendo o sin querer lo han consentido también los revisionistas soviéticos. Así es que la burguesía capitalista mundial tiene en Polonia el apoyo de la iglesia católica, que constituye una gran fuerza en el interior del propio Estado polaco, donde el llamado partido comunista está podrido y busca una salida para liquidar a los elementos que tratan de mantener el actual estado de cosas.

La burguesía capitalista mundial se apoya, igualmente, en el gran antisovietismo de los polacos y en el hecho de que la camarilla de Gierek, independientemente del aspecto formal, no obedece en todo a los revisionistas soviéticos. El antisovietismo de Gierek y de su camarilla reside en el estímulo de ocultas reivindicaciones de independencia respecto a los revisionistas soviéticos.

En esta situación, los que están detrás de las huelgas de los puertos del Báltico, tratan de dar a los sindicatos creados un carácter «libre, autogestionario», apuntan a crear una oposición al Partido Obrero Unificado de Polonia y luego aplicar gradualmente el sistema de autogestión en la economía, tal como se hizo en Yugoslavia. Debemos tener en cuenta que estos «obreros huelguistas», inspirados por la burguesía capitalista y por la iglesia católica, desarrollarán su actividad también en el campo polaco y los «sindicatos independientes autogestionarios» tratarán de agrupar bajo su dirección a todas las pequeñas empresas o talleres que existen allí «para autogestionarlas» económica y políticamente. Las nuevas organizaciones sindicales ampliarán necesariamente su actividad política y por consiguiente también económica. En las empresas estatales donde se introducirá el «derecho» a la huelga y todos los demás «derechos» que figuran en los 21 puntos, las cosas llegarán al extremo de imponer sus decisiones al gobierno y al Partido Obrero Unificado de Polonia recurriendo a la huelga.

Así piensan la burguesía capitalista occidental y los que dirigieron las huelgas de los obreros de los puertos del Báltico, con los cuales está indirectamente implicado el grupo de Gierek, que tira la piedra y esconde la mano para ganar terreno por la vía reformista y evitar las injerencias de la Unión Soviética en los asuntos internos de Polonia. ¿Lograrán este objetivo? Esta es la interrogante.

Mi opinión la he expresado líneas arriba y repito que será muy «hasardeux» [arriesgado – Anotación de E. H.], como dicen los franceses, una osadía, que lleven las cosas más lejos. Es difícil que los revisionistas soviéticos y los demás países del Pacto de Varsovia, o las camarillas dominantes en estos países, permitan que se cumplan plenamente los objetivos de la burguesía occidental y de la reacción polaca. La Unión Soviética está decidida a mantener su poder en todos los países del Consejo de Ayuda Mutua Económica y del Pacto de Varsovia, es decir, de conservar intacto tanto el poder político, las formas estatistas, la estructura y la superestructura pseudosocialistas, como el actual sistema económico y militar. Con este fin los revisionistas soviéticos crearon la llamada teoría de la soberanía limitada.

Pienso que el compromiso logrado entre los huelguistas y el gobierno polaco es únicamente un modus vivendi.

La Unión Soviética socialimperialista no permitirá que crezca en su clan revisionista otro ultrarevisionista. Y está claro que la Unión Soviética, a pesar de encontrarse en grandes dificultades económicas, políticas y militares en el interior del país y en el seno del Pacto de Varsovia, de todos modos tiene tantas fuerzas, incluso las tiene concentradas en los países vasallos de Europa del Este, como para no permitir que esta actividad amenazadora se extienda y se haga peligrosa para ella y para las camarillas a su servicio que están en el poder en estos países.

En todas estas cuestiones tiene particular importancia que la clase obrera internacional no se equivoque y considere las huelgas en los puertos polacos del Báltico como una actividad revolucionaria. De ninguna manera deben ser consideradas como actividad revolucionaria. Tienen una inspiración contrarrevolucionaria, están dirigidas contra una dirección igualmente contrarrevolucionaria. Tienen por objeto salvar a Polonia de las garras de los socialimperialistas soviéticos, pero transformándola en un instrumento del capitalismo mundial.

La propia clase obrera polaca debe comprender esto. Comprender que el verdadero camino de salvación exige que la clase obrera polaca, bajo la dirección de un partido verdaderamente marxista-leninista e inspirada por el marxismo-leninismo, ponga al pueblo polaco en pie y le guíe en el campo de batalla para derrocar a las camarillas capitalista-revisionistas del interior, para liberarse del yugo de la Unión Soviética revisionista, para sacudirse el yugo del capitalismo mundial y para liquidar la corrosiva influencia de la iglesia católica [10]. La clase obrera y el pueblo polaco deben comprender que su actual antisovietismo no se basa en la ideología marxista-leninista, sino que es un antisovietismo inspirado por las ideas chovinistas de la burguesía polaca.

En cuanto a nuestras gentes, deben analizar y comprender correctamente, a través de la prensa y los medios de propaganda, las circunstancias en las que se producen estos acontecimientos, analizarlas y comprenderlas a la luz del marxismo-leninismo y no equivocarse creyendo que los que se rebelaron eran obreros y estos obreros estaban contra la camarilla de Gierek y contra la Unión Soviética.

No. Estos obreros, conscientes o no, no marchaban por el camino de la revolución, sino por el del capitalismo. Estaban contra Gierek, pero no para derrocar el sistema revisionista, estaban contra la Unión Soviética, pero no para liberarse por la violencia de la bota socialimperialista soviética, no estaban por la vía revolucionaria, por el viraje decisivo para realizar la verdadera construcción del socialismo en Polonia. La burguesía capitalista occidental y la reacción mundial, pueden valerse de ellos para debilitar a sus adversarios y fortalecer sus posiciones. Para crear dificultades y nuevos disturbios, que ya ahora no son pocos, para fortalecer sus posiciones y debilitar las de sus adversarios, la burguesía capitalista mundial, y en particular la burguesía capitalista europea y la estadounidense, seguirán por este camino y con estos métodos no sólo en Polonia, sino también en Alemania Oriental, en el resto de los llamados países de democracia popular y en la Unión Soviética. En realidad ahora que las huelgas en los puertos polacos terminaron y, como se dice, hoy se volvió al trabajo, la burguesía capitalista germano occidental, Bonn, comenzó a poner de nuevo en primer plano el asunto del encuentro y de las conversaciones suspendidas con Erich Honecker, e incluso con Edward Gierek. En la prensa se dice también que Alemania Occidental ha asignado a Polonia un nuevo crédito de 500 millones de marcos «para ayudarla» a superar las dificultades que tiene. Lo mismo ha hecho Francia. Se está haciendo un llamamiento a todos los países capitalistas desarrollados para que «ayuden» a Polonia en esta situación. Así pues, se sigue lanzando veneno bañado con una fina capa de azúcar para apuntalar las tambaleantes posiciones de Gierek, para incitar a la reacción polaca y a la iglesia católica a fin de que prosigan su actividad de zapa y aumente el rencor y la hostilidad hacia la Unión Soviética, etc. Por su parte, la Unión Soviética trabaja, desde luego, para crearse un nuevo equipo favorable y, cuando lo haya creado, pondrá a Gierek de patitas en la calle y lo reemplazará con un Gierek prosoviético más seguro [11].

Como quiera que sea, de momento Edward Gierek salvó al parecer su pellejo, igual que se libró de la intervención soviética. Sin embargo la turbulenta situación de Polonia no ha llegado a su fin. Se está desarrollando y se desarrollará más. Pienso que la Unión Soviética apretará las clavijas a Polonia.

Anotaciones de Bitácora (ML):

[1] La llamada estimulación de los «sindicatos independientes» de la dirección del partido comunista, fue un reclamo histórico del revisionismo yugoslavo, que se acabó materializando en la llamada autogestión que liquidaba el papel del partido en la economía, la cultura y el poder político. En la Polonia revisionista, las teorías económicas del titoismo eran desde hace tiempo vistas con simpatía, pero este influjo se les volvió en su contra desde el momento que nació bajo el liderazgo de Lech Wałęsa el movimiento sindicalista de Solidarność. Este movimiento se reclamaba como seguidor del «socialismo polaco» pero en contra de tener cualquier vinculación con el partido comunista, lo que afectaba de lleno al rol del Partido Obrero Unificado Polaco, entrando pues, en contradicción con los intereses de sus representantes como Edward Gierek y demás revisionistas, ¿pero qué relación tenía esta idea de los sindicatos independientes con el marxismo-leninismo?:

«Al igual que el partido y el Estado, las organizaciones de masas en Yugoslavia han sido tratadas y juzgadas desde una posición absolutamente anarquista. En contraste con la idea de Lenin de que las organizaciones de masas: «Colaboradores más directos e imprescindibles del poder del Estado». (Vladímir Ilich Uliánov, Lenin; Sobre el papel y de las tareas de los sindicatos bajo las condiciones de la NEP, 1922). La idea que ha sido promovida en Yugoslavia es la de que la cooperación de estas organizaciones con el Estado socialista era una forma «burocrático estatista». Los revisionistas yugoslavos dicen que es más beneficioso que todas estas organizaciones sean capaces de actuar por separado del partido. Kardelj dice: «Nosotros nos hemos apartado de la visión común según la cual estas organizaciones eran las llamadas correas de transmisión de nuestro partido, o sea de la Liga de los Comunistas, visión que tuvimos durante mucho tiempo». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977). Se ha dicho en la teoría titoista que la Liga de los Comunistas de Yugoslavia y el Estado Yugoslavo, que está en ambos casos en manos de la burguesía gracias a la influencia titoista, no tenían ninguna influencia en estas organizaciones, pero todo esto es mentira. Realmente por el contrario, los titoistas nunca dejan nada tranquilo y sin manipular a favor de su ideología, y las organizaciones de masas como los sindicatos no escapan a esta idea en Yugoslavia, pero Kardelj está planteando todo esto con un ánimo mucho más ambicioso. Él sólo quiere destruir la conexión de los partidos marxistas-leninistas con las organizaciones de masas, ya que la experiencia general de la revolución demuestra que estos partidos tienen a su lado esas organizaciones y que están lideradas por los partidos proletarios con el fin de crear y sostener vínculos reales con las masas organizadas». (Enver Hoxha; La autogestión yugoslava; teoría y práctica capitalista, 1978)

Como vemos, no tenía ninguna relación, era totalmente antimarxista y antileninista. He aquí como el albanés Enver Hoxha describe el verdadero papel según la teoría marxista-leninista de los sindicatos y demás organizaciones de masas:

«Como se sabe en el sistema de la dictadura del proletariado, las organizaciones de masas ocupan una posición especial, y juegan un papel importante. Ellas son las palancas del partido para unirse con las masas y realizar la regla política de la clase obrera y la democracia socialista. Las organizaciones sociales en el socialismo hacen que la línea del partido proletario sea accesible a las personas, son unas enormes armas para la revolución y para la construcción socialista, ellas luchan en tribunas donde la opinión pública se expresa. Ellas tienen la tarea de educar a las masas, y formarlas más para que sean conscientes y capaces de participar activamente en la construcción del socialismo y la dirección del gobierno. Las competencias que estas organizaciones tienen como componente del sistema de la dictadura del proletariado, se llevan a cabo bajo la dirección del partido de la clase obrera dentro de los límites de sus propias características y particularidades. Las organizaciones sociales no pueden ser eficaces si están aisladas del partido proletario, de otras organizaciones y del propio Estado socialista. Si uno asume lo contrario, entonces sería teóricamente un sin sentido que ellos sean elementos de un sistema único, ellos se transformarían en organismos muertos en la práctica, sin ninguna función y sin poder cumplir con las tareas en beneficio de la sociedad socialista». (Enver Hoxha; La autogestión yugoslava; teoría y práctica capitalista, 1978)

Lenin, como comenta correctamente Enver Hoxha, fue el primero que siempre se opuso las teorizaciones anarco-sindicalistas cuando salieron al paso:

«El marxismo nos enseña –y esta doctrina no sólo ha sido confirmada formalmente por toda la Komintern en la decisión de su IIº Congreso de 1920 sobre el papel del partido político del proletariado, sino que lo ha sido también prácticamente por toda la experiencia de nuestra revolución– que sólo el partido político de la clase obrera, es decir, el partido comunista, está en condiciones de agrupar, educar y organizar a la vanguardia del proletariado y de todas las masas trabajadoras, la única vanguardia capaz de contrarrestar las inevitables vacilaciones pequeño burguesas de estas masas, las inevitables tradiciones y recaídas en la estrechez de miras gremial o en los prejuicios sindicales entre el proletariado y dirigir todo el conjunto de las actividades de todo el proletariado, esto es, dirigirlo políticamente y a través de él dirigir a todas las masas trabajadoras. Sin esto la dictadura del proletariado es irrealizable. (...) En lugar de tener en cuenta precisamente esta experiencia práctica de la participación en la dirección, en lugar de seguir desarrollando esta experiencia en estricta concordancia con los éxitos alcanzados y con los errores corregidos, los sindicalistas y anarquistas plantean la consigna inmediata de «congresos o de un congreso de productores», que «eligen los órganos de dirección de la economía». De este modo se pasa por alto y se elimina en absoluto el papel dirigente, educativo y organizador del partido respecto a los sindicatos proletarios y del proletariado respecto a las masas trabajadoras semipequeño burguesas y puramente pequeño burguesas, y en lugar de desarrollar y corregir el trabajo práctico de la estructuración de nuevas formas de economía, comenzado ya por el poder soviético, resulta una destrucción pequeño burguesa-anarquista de este trabajo, destrucción capaz de conducir únicamente al triunfo de la contrarrevolución burguesa». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Informes en el Xº Congreso del Partido Comunista (bolchevique) de Rusia; Proyecto inicial de resolución del Xº Congreso del Partido Comunista de Rusia sobre la desviación sindicalista y anarquista en nuestro partido, 8 a 16 de marzo de 1921)

[2] Si la política interior de los jruschovistas y los brezhnevianos era en si una política reaccionaria, regresiva, anticomunista, que significó el fin de la dictadura del proletariado y del socialismo, la política exterior soviética revisionista, no pudo tener otro carácter menos reaccionario. El impedimento de la Unión Soviética jruschovista-brezhnevista de una expansión industrial y sí de una dependencia económica de los países del Consejo de Ayuda Mutua Económica hacía la Unión Soviética, hizo que se perfilara este instrumento como medio para dominar al resto de países del campo revisionista en lo económico. Pero también en lo político existían otras trabas para amarrar a estos países; las dirigencias de estos gobiernos aceptaban unas veces, voluntariamente, otras a regañadientes, las teorías revisionistas que cercenaban aún más su independencia política de esos países, véase la teoría de la «soberanía limitada». Este tipo de teorías justificaban una intervención del socialimperialismo soviético en cualquier de los países donde la Unión Soviética revisionista viera peligrar sus intereses so pretexto de «mantener el socialismo»:

«La teoría de la «soberanía limitada» es la teoría del chovinismo y el expansionismo de gran potencia, y mediante ella los nuevos imperialistas soviéticos buscan acabar con la soberanía de los demás pueblos y arrogarse el «derecho soberano» a intervenir donde quieran y cuando quieran. Negando a los demás la soberanía, pretenden negar a las naciones y a los Estados lo que tienen de más sagrado: la libertad y la independencia, negar su individualidad nacional, el inalienable derecho a la autodeterminación y al desarrollo independiente, el derecho a la igualdad en la vida internacional y a la participación activa en las relaciones mundiales. Con la «soberanía limitada» tratan de legalizar el derecho del más fuerte de aplastar al más débil, del más grande de engullir al más pequeño. Es la teoría de la justificación de la agresión imperialista». (Enver Hoxha; Informe al VIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1 de noviembre de 1971)

[3] Como hemos visto, la Unión Soviética revisionista se basaba en sus relaciones de explotación económica con la utilización del Consejo de Ayuda Mutua Económica, y el uso del Tratado de Varsovia en lo militar, más el uso de neoteorías económicas, políticas, culturales, etc.:

«Con su acceso al poder, los jruschovistas prepararon a la vez la plataforma de su política exterior. Al igual que el imperialismo norteamericano, el socialimperialismo soviético basó su política exterior en la expansión y el hegemonismo, a través de la carrera armamentista, las presiones y el chantaje, la agresión militar, económica e ideológica. El objetivo de esta política era el establecimiento de la dominación socialimperialista en todo el mundo. La Unión Soviética aplica una política típicamente neocolonialista en los países del Consejo de Ayuda Mutua Económica. Las economías de estos países se han convertido en apéndices de la economía soviética. Para tenerlos subyugados, la Unión Soviética se vale del Tratado de Varsovia, que le permite mantener acantonados en estos países importantes contingentes militares, que en nada difieren de los ejércitos ocupantes. El Tratado de Varsovia es un pacto militar agresivo que está al servicio de la política de las presiones, los chantajes y las intervenciones armadas del socialimperialismo soviético. También las «teorías» revisionista-imperialistas de la «comunidad socialista», la «división socialista del trabajo», la «soberanía limitada», la «integración económica socialista», etc., están al servicio de esta política neocolonialista». (Enver Hoxha; El imperialismo y la revolución, 1978)

Estos procesos en los países socialistas de integración en los organismos económicos y militares soviéticos no pudo hacerse, sin la promoción de los nuevos jruschovistas, quienes eran viejos desviacionistas expulsados de los partidos, o con supuestos marxista-leninistas de toda la vida, que pronto «cambiaron de chaqueta» ante la nueva era de revisionismo; en cualquier caso, hablemos de los Władysław Gomułka o de los Gheorghe Gheorghiu-Dej; ellos figuran entre los máximos culpables de la sumisión al nuevo rumbo revisionista y a la sumisión opresión que desde entonces ejercía la Unión Soviética revisionista:

«Todos los Dej, Zhivkov, Ceaușescu, etc., son engendros del revisionismo, a los que Jruschov y los jruschovistas han utilizado y utilizan para sus objetivos. Los jruschovistas soviéticos sustituyeron la confianza y la amistad marxista-leninistas por la dominación de gran Estado «socialista», a fin de formar la «familia socialista», la «comunidad socialista», donde hoy hace la ley la mano de hierro de Brézhnev y de los mariscales soviéticos, que sueltan el garrote del Tratado de Varsovia sobre la cabeza de todo «hijo pródigo» de la familia». (Enver Hoxha; Los jruschovistas, 1980)

Para demostrar la opresión económica ejercida por la Unión Soviética respeto a los otros países de la Consejo de Ayuda Mutua Económica, demos unos esbozos de las relaciones entre los miembros de la Consejo de Ayuda Mutua Económica; la teoría de la «división socialista internacional del trabajo», que especializaba al resto de países en funciones concretas, para satisfacer las demandas de la Unión Soviética:

«Su economía, de hecho, se maneja de acuerdo a los planes elaborados en Moscú, de acuerdo a las necesidades de la economía soviética y de mercado. (...) El ejemplo más elocuente de la política neocolonialista de Moscú respecto a los países de la «comunidad» es vista en Mongolia, a la que los revisionistas soviéticos han asignado la tarea de suministrar a las mesas soviéticas la carne y otros productos agrícolas y ganaderos. La participación de la industria en la creación de la renta nacional de Mongolia apenas ha alcanzado el 20 por ciento. Incluso las unidades industriales que se han erigido, de hecho, están en manos de los revisionistas soviéticos, se trabaja para ellos. Hay algunas fábricas de alimentos para animales, pero después de ser engordados, los animales se envían casi sin excepción a la Unión Soviética. Los depósitos de cobre y molibdeno están ostensiblemente controlados por la empresa conjunta soviética-mongol «Erdent», y la producción de otros metales no ferrosos de la empresa conjunta «Mongolsovcvetmet», pero en realidad están controlados por los soviéticos, que toman el 100 por ciento de los productos de estas empresas». («Zëri i Populitt»; Los neocolonialistas del Kremlin oprimen y saquean a los pueblos, 1975)

[4] Una de los elementos que fomentaron los revisionistas polacos como «moneda de cambio» en las relaciones de «tira y afloja» con la Unión Soviética revisionista y su dominación, fue el tema del odio visceral de la reacción polaca contra todo lo ruso y que en parte había logrado enraizar en las clases trabajadoras, en especial gracias también al papel de la iglesia católica polaca. Bolesław Bierut ya advirtió cuando denunció el derechismo y nacionalismo de  Władysław Gomułka, que el oportunismo derechista siempre suele ir acompañado de una visión nacionalista y burguesa del mundo, algo que se reflejó en su antisovietismo tanto en esa época, como después, y que sería aprovechado también por las fuerzas reaccionarias pro occidentales:

«Como la experiencia del movimiento obrero nos enseña, el oportunismo como regla va de la mano con el nacionalismo, y sobre todo en la forma de «socialnacionalismo». Así es exactamente como dicha situación se plantea sobre nosotros e incluso sobre nuestro partido. Yo diría que aquí, más que en cualquier otro lugar, el oportunismo se entrelaza con el nacionalismo, utilizando para ello, como hasta ahora, todos los residuos de prejuicios nacionalistas todavía no enterrados; en este saco por supuesto también entran los sentimientos antirusos y ahora antisoviéticos que asiduamente son avivados por el enemigo de clase». (Bolesław Bierut; Para lograr la completa eliminación de las desviaciones derechistas y nacionalistas; 1948)

[5] Pese a iniciarse con éxito la colectivización en Polonia en la época de Bolesław Bierut; a la llegada de  Władysław Gomułka en 1956, decidió, siguiendo el ejemplo yugoslavo, abolir la mayoría de colectividades:

«En la elaboración de las decisiones y conclusiones del Pleno del Comité Central de julio de 1948, se aclaró la posición del partido en relación con las cooperativas de productores del campo, y le dio respuestas concretas a una serie de dudas expresadas por los campesinos en esta materia.  Al tiempo subrayaba firmemente que el proceso de conmutación del individuo a la agricultura colectiva requeriría mucho tiempo, el partido es de la opinión de que esta es la única manera de asegurar una rápida mejora en el bienestar rural, el único sendero para abolir la pobreza y la explotación capitalista. (...) El Pleno del Comité Central estableció como principio el carácter absolutamente voluntario de la admisión de los miembros en las cooperativas de productores y declaró que se aplicarían medidas extremas contra cualquier intento de violar este principio. (...) Un lugar importante en las decisiones del Pleno del Comité Central tuvieron que  ver con las grandes explotaciones en manos del Estado; en dicho Pleno del Comité Central se desarrollaron medidas para el rápido desarrollo de la agricultura por el socialismo y entre ellas se decidió aumentar la ayuda a las familias campesinas de las granjas de propiedad estatal». (Bolesław Bierut; Para lograr la completa eliminación de las desviaciones derechistas y nacionalistas; 1948)

Sobre el posterior cambio de política del Partido Obrero Unificado Polaco, respecto al campo:

«En el campo no se realizó la reforma agraria y la colectivización quedó a mitad de camino, hasta que Władysław Gomułka declaró no rentables las cooperativas y granjas estatales y favoreció el ascenso de la capa de los kulaks en el campo polaco». (Enver Hoxha, Los jruschovistas, 1980)

Para los años 70, al igual que otros países capitalistas, en el campo predominaba un mar de pequeños productores privados:

«Al igual que Gomułka, Gierek había hecho todo lo posible para consolidar y fortalecer el sector privado de la agricultura polaca. Una de los principales medidas en esta dirección fue la venta de tierras estatales a las fincas privadas. Según datos oficiales, las cifras de este proceso se incrementaron continuamente durante los años 70. Así, en 1973 se vendieron 90 mil hectáreas de tierras de propiedad estatal a las granjas privadas, en 1974, 82.000 hectáreas, en 1978, 91.000 hectáreas, y en 1979, 150.000 hectáreas. (...) Si bien no hay necesidad de enumerar todos los males que florecieron y «se cultivaron» en la agricultura polaca, como resultado de la política antimarxista del Partido Obrero Unificado Polaco, hay que decir que esta fue declinando más y más. Se compone de 3.500.000 fincas privadas, 4.500 granjas estatales y cerca de 1.600 cooperativas agrícolas. Este sector no sólo no cumplió con las necesidades del país, sino que, por el contrario, hizo dar grandes déficits de año en año. Aunque Polonia se había visto obligado a importar cientos de miles de toneladas de grano cada año a partir de 1956 en adelante, en los 70 la cantidad comprada alcanzó proporciones sin precedentes. En los años entre 1975 y 1977 Polonia importó unos 15 millones de toneladas de grano, mientras que entre 1976 y 1979 compró más de 31 millones de toneladas, gastando para ello casi toda la moneda convertible ganada de la exportación de carbón –Polonia es uno de los mayores exportadores de carbón del mundo–». (Spiro Dede; La contrarrevolución dentro de la contrarrevolución; acerca de los eventos en Polonia entre 1980 y entre 1983, 1983)

[6] Polonia, como cualquier otro país revisionista de la época; ya fuera Yugoslavia, Rumanía, o la propia Unión Soviética, intentaban salvar la apariencia de los desastres de su economía anarquizante típica de una economía capitalista, mediante la petición de créditos, ya fueran estatales a los países imperialistas, empresas privadas extranjeras, o a organismos como el famoso Fondo Monetario Internacional:

«Las camarillas dominantes de los países llamados socialistas, como la Unión Soviética, Checoslovaquia, Polonia, etc., y ahora también China, permiten la afluencia de capitales extranjeros a sus propios países, porque estos capitales las benefician, mientras gravitan sobre las espaldas de los pueblos. Los países del Consejo de Ayuda Mutua Económica han contraído grandes deudas. Su endeudamiento con los países del Occidente alcanza la cifra de 50.000 millones de dólares». (Enver Hoxha; El imperialismo y la revolución, 1978)

Como siempre insistimos, este camino de apertura descarada al capital extranjero había sido el camino ya tomado previamente por la vecina Yugoslavia desde los años 40 hasta su colapso en los 90:

«Yugoslavia es uno de los primeros países revisionistas que ha permitido la penetración de capitales extranjeros en su economía. Comenzó recibiendo créditos, luego patentes de producción, y más tarde pasó a la formación de empresas mixtas. En 1967 se aprobó una ley que autorizaba la creación de empresas mixtas con el 49 por ciento de capital extranjero. En 1977, en Yugoslavia, el número de estas empresas llegaba a 170. Yugoslavia ha asegurado a las firmas capitalistas las más favorables condiciones para que desarrollen su actividad y obtengan el máximo beneficio. El fenómeno yugoslavo demuestra que los capitales extranjeros que se han invertido en Yugoslavia constituyen uno de los factores determinantes de su transformación en un país capitalista. Los Estados Unidos y otros Estados capitalistas ricos como es obvio, no han salido perdiendo con estas inversiones, por el contrario, han obtenido enormes beneficios acrecentando la miseria de la clase obrera y del campesinado de Yugoslavia. Lenin ha dicho que la exportación de capitales es una buena base para la explotación de la mayoría de las naciones y países del mundo, para la existencia del parasitismo capitalista de un puñado de Estados muy ricos. (...) En Polonia se han establecido más de 30 multinacionales, de ellas: 10 son estadounidenses, 6 germano occidentales, 6 inglesas, 3 japonesas, etc». (Enver Hoxha; El imperialismo y la revolución, 1978)

El periodo de Edward Gierek, se caracterizó por recibir Polonia una gran inversión de capital extranjero, el establecimiento de empresas mixtas polaco-extranjeras, y el gran aumento del comercio y sobre todo de la importación de productos venidos de países occidentales:

«A partir de 1971, las importaciones de Polonia de los países occidentales se incrementaron a una tasa promedio anual de alrededor del 40 por ciento –45 por ciento en 1972–, mientras que las importaciones procedentes de Oriente se incrementaron a una tasa de alrededor del 11 por ciento. En los primeros años, las importaciones consistieron principalmente de tecnología y equipo occidental y fueron financiados con préstamos, también del Occidente imperialista». (Spiro Dede; La contrarrevolución dentro de la contrarrevolución; acerca de los eventos en Polonia entre 1980 y entre 1983, 1983)

Pero el revisionismo polaco, al igual que habían hecho, hacen o harían poco después otros revisionismos –como el cubano, coreano, vietnamita, chino, yugoslavo, y un infinito etc.–, no llegó nunca a comprender el significado real de la entrada del capital extranjero y los peligros que entrañaba, sobre todo para una economía que se había mostrado tan poco fiable como la polaca:

«El capitalismo nunca puede invertir en otros países, conceder préstamos y exportar capitales, sin calcular de antemano los beneficios que se embolsará. Si a los grandes monopolios y bancos, que se han extendido como una telaraña por el mundo capitalista y revisionista, no se les presentan datos concretos sobre los posibles ingresos a obtener de la explotación de una mina, de las tierras, de la extracción del petróleo o del agua en un desierto, no dan créditos. También hay otras formas de conceder créditos, que se practican de cara a los Estados pseudosocialistas que buscan camuflar el camino capitalista que siguen. Estos créditos, que alcanzan grandes sumas, se conceden en forma de créditos comerciales y se liquidan, naturalmente, a corto plazo. Tales créditos son dados conjuntamente por muchos países capitalistas, los cuales han calculado de antemano los beneficios económicos, y también los políticos, que van a sacar del Estado que los recibe, teniendo en cuenta tanto el potencial económico, como la solvencia de los mismos. Los capitalistas en ningún caso dan créditos para construir el socialismo, sino para destruirlo. (...) Es sabido que el capitalista no concede ayudas a nadie sin antes considerar, en primer lugar, su propio interés económico, político e ideológico. No se trata únicamente del porcentaje que obtiene como ganancia. El país capitalista que concede el crédito, junto con él, introduce en el país que recibe la «ayuda», también su modo de vida, su modo de pensar capitalista, crea sus bases y se extiende insensiblemente como una mancha de aceite, amplía su telaraña y la araña está siempre en el centro y chupa la sangre a todas las moscas que caen en sus redes, como fue el caso de Yugoslavia, como lo es actualmente el caso de la Unión Soviética. Y China correrá la misma suerte. (...) El endeudamiento de cualquier país, grande o pequeño, con un imperialismo u otro, con sus entidades públicas o privadas, siempre conlleva peligros inevitables para la libertad, la independencia y la soberanía del país que toma este camino, tanto más para países económicamente pobres».  (Enver Hoxha, El imperialismo y la revolución, 1978)

En parte por esa política respecto al capital extranjero, esta era la realidad de la paupérrima economía del revisionismo polaco:

«Para los próximos dos o tres años, Polonia estaba comprometido en un juego ridículo: exportó su ganado y productos agrícolas a Occidente e importó productos agropecuarios también desde el Oeste. Gierek y compañía estaban haciendo trompos con impotencia como resultado del curso antimarxista que habían adoptado y aplicado celosamente. El año 1979 trajo tristeza real para la vida económica de Polonia. Por primera vez desde 1945, en 1979 la producción nacional total disminuyó 3 por ciento en comparación con el año anterior, la inflación se disparó  a más del 10 por ciento, las inversiones fueron reducidas al 7 por ciento y la cosecha de grano fue del 16,9 por ciento menos. Las deudas con el Oeste subieron a entre 18 y 19 miles de millones de dólares y en 1979 los polacos estaban obligados a pagar 3 mil millones de dólares simplemente como intereses sobre las deudas. Las importaciones de cereales en 1979 alcanzaron la cifra de 8 millones de toneladas, mientras que en 1980 Polonia tendría que importar hasta 10-12 millones de toneladas». (Spiro Dede; La contrarrevolución dentro de la contrarrevolución; acerca de los eventos en Polonia entre 1980 y entre 1983, 1983)

¿Quién que se autodenomine marxista-leninista puede defender como comunista la política de un gobierno con esos datos económico característicos de una sociedad capitalista?

[7] Precisamente una de las causas de las huelgas de los 70 en Polonia y la caída Gomułka, fue la excesiva deuda contraída con otros países imperialistas. Siendo más quirúrgicos para entender los datos de endeudamiento de la Polonia de Gierek, repasemos el tránsito histórico del revisionismo polaco hasta alcanzar tal situación:

«Para aliviar un poco la situación [en 1970] el equipo de Gomułka eligió dos platos principales: 1) El incremento de la deuda externa. En 1965 los 500 millones de dólares de la deuda de 1957 había crecido a 950 millones de dólares, mientras que en los años 1966-1969 se alcanzó  los 1.100 millones de dólares. Después de 1976, el rápido ritmo de la industrialización disminuyó. En contra de la voluntad de Gierek, sin embargo, aunque el ritmo de la industrialización se redujo, la tasa de aumento de la deuda de Polonia no disminuía a la par, sino que iba en aumento. Mientras que las deudas totales en 1976 ascendían a 10 mil millones de dólares –es decir un promedio de aumento de 1,5 millones de dólares por año a partir de 1971–, en 1978 llegaron a 15 mil millones de dólares –es decir, un promedio aumento del 2,5 millones de dólares al año–». (Spiro Dede; La contrarrevolución dentro de la contrarrevolución; acerca de los eventos en Polonia entre 1980 y entre 1983, 1983)

En un artículo del diario español «El País», se podía leer en 1981:

«La construcción de la ineficiente industria pesada polaca ha sido financiada, en gran parte, con créditos occidentales. La deuda exterior de Polonia se acerca en estos momentos a los 27.000 millones de dólares, y antes de concluir 1981 tendría que hacer frente al pago de 2.400 millones de dólares en concepto de amortización e intereses. Los bancos occidentales, vista la situación, habían aceptado ya el aplazamiento de los pagos por amortizaciones». (El País; La deuda de Polonia, 1981)

[8] Como se dice de Polonia y la Unión Soviética. Era muy común también en el comercio entre la Unión Soviética y otros países la aplicación de la especulación bajo precios desorbitados:

«La Unión Soviética se revende en el mundo occidental, en un máximo de tres veces el precio original de las de petróleo, algodón y otros bienes que ha comprado a bajo precio en los países árabes. La prensa árabe ha escrito que la Unión Soviética entra en los mercados de terceros países, y compite con los países árabes en la venta de los mismos productos, que antes importaban de ellos. La Unión Soviética consiguió petróleo de Irak por un importe de 6 millones de libras esterlinas y lo vendió por 18 millones de libras esterlinas o sea por tres veces más. (…) Hace algún tiempo, el presidente guineano Sékou Touré, en un discurso de radio, dijo que la Unión Soviética había elevado el precio del petróleo que abastece a Guinea en un 350 por ciento. De acuerdo con sus declaraciones, Guinea ahora tiene que gastar 4,8 millones libras esterlinas más al año para pagar la cantidad necesaria de aceite que recibe de la Unión Soviética». («Zëri i Populitt»: Los neocolonialistas del Kremlin oprimen y saquean a los pueblos, 1975)

[9] Este proceso de endeudamiento de países como Polonia con los países imperialistas occidentales se dio con más necesidad si cabe en los países del bloque revisionista soviético ya que la Unión Soviética no podía abastecer con las cosas que estos países demandaban:

«Alemania del Este y sobre todo Polonia están inmersas en una grave crisis económica, lo cual explica su gran necesidad de los créditos de la Alemania de Bonn, que hasta ahora han sido innumerables. Actualmente en Polonia se desarrollan a diario grandes huelgas obreras en protesta por la carencia de carne y otros alimentos y en exigencia de aumentos salariales. Estas huelgas han puesto en extraordinarias dificultades políticas al Gobierno de Gierek, y, naturalmente, ocasionan dificultades a la Unión Soviética y a todo el campo revisionista. La Unión Soviética lejos de abastecer a sus «aliados» con la cantidad suficiente de materias primas necesarias, sobre todo petróleo, energía eléctrica, gas, etc., les impone la adquisición de armas modernas, a precios elevados, igual que hace con otros materiales que tiene contratados con estos Estados. Por eso sea Polonia, sea Alemania Oriental, o los demás países vasallos de la Europa del Este, hace tiempo que han contraído colosales deudas no sólo con el socialimperialismo soviético, sino también con el imperialismo estadounidense y en particular con el imperialismo germano-occidental». (Enver Hoxha; Fricciones imperialistas; Las superpotencias, 14 de agosto de 1980)

[10] La historia ha mostrado que si los marxista-leninistas no hacen sus deberes, la situación objetiva favorable para el derribamiento del gobierno reaccionario de turno será aprovechado por otras fuerzas igual o incluso más reaccionarias, y esto lo vuelve a mostrar el caso polaco que estamos estudiando aquí:

«La revuelta de los obreros de Polonia corroboró dos cuestiones capitales y de importancia de principios. Mostró que la fuerza de la clase obrera está en condiciones de acabar con un poder reaccionario, sea éste revisionista o capitalista [mejor dicho sería: capitalista vestido de socialismo o abiertamente capitalista - Bitácora (M-L)]. Por otro lado demostró que el factor subjetivo, la fuerza política que dirige a la clase obrera, desempeña un papel decisivo. En el caso de «Solidaridad», la clase obrera está manipulada y dirigida por la iglesia católica y la reacción polaca y mundial, que luchan por establecer otro régimen revisionista-capitalista a través de un camino erizado de peligros y de trágicas sorpresas. En caso contrario, si ese factor subjetivo fuera un verdadero partido comunista marxista-leninista, la clase obrera polaca llevaría a cabo una revolución proletaria e instauraría la dictadura del proletariado. El camino de liberación de la clase obrera y del pueblo de Polonia, así como de los de todos los demás países revisionistas, de la explotación capitalista y de la opresión extranjera no es ni el de la conciliación con el régimen revisionista en el poder y con la esclavitud del socialimperialismo soviético, ni el de la unión con el capital y la reacción occidentales. La lucha abierta y resuelta de las masas populares, bajo la dirección de la clase obrera, encabezada por un verdadero partido marxista-leninista, es el único camino que permite asegurar tanto el desarrollo de la economía, como la libertad y la independencia del país, como la restauración del socialismo. La agudización de las contradicciones entre las potencias imperialistas, así como con sus socios en los respectivos bloques militares y económicos, conduce cada vez más a nuevas tensiones y conflictos, a guerras de carácter local y general por un nuevo reparto de los mercados, de las fuentes de materias primas y de las zonas de influencia. Esta es una ley del desarrollo del capitalismo. Mas las contradicciones y los conflictos interimperialistas causan también el debilitamiento del sistema imperialista en su conjunto y en eslabones concretos de él. Corresponde a las fuerzas conscientemente revolucionarias saber aprovechar las situaciones creadas por estas contradicciones para movilizar a las masas, para hacerlas conscientes y lanzarlas a la lucha y la revolución». (Enver Hoxha; Informe en el VIIIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1 de noviembre de 1981)

El Partido Obrero Unificado Polaco ya hacía décadas que había sido usurpado por los jruschovistas y ahora era dominado por los brezhnevistas. En 1965 se creó el que debía de ser el partido marxista-leninista que naciera para hacer frente al partido revisionista polaco, se denominó Partido Comunista de Polonia (marxista-leninista), pero lo cierto es que su Secretario General Kazimierz Mijal acabaría llevando al partido al atolladero del mediocre Pensamiento Mao Zedong o revisionismo chino. Dicho partido en particular al adherirse a la infame teoría china de los «tres mundos» jugaría en Polonia un particular rol de agencia del socialimperialismo chino donde reproducía los intereses de la dirección china bajo una política extremadamente antisoviética pero radicalmente proestadounidense. Sobra decir que dicho partido hundió toda la reputación que previamente había conseguido. Por tanto la clase obrera polaca estaba absolutamente sola, no existía su partido, su destacamento de vanguardia que le orientaran en tan difíciles días. Esta es la principal razón de que los acontecimientos de gran agitación social de 1980, ni los anteriores ni los posteriores, fueran aprovechados para imponer los intereses del proletariado y sí que fueran aprovechados en cambio por otras fuerzas reaccionarias:

«En el presente no hay una fuerza política organizada en Polonia que pueda asumir el liderazgo y la responsabilidad de sacar al país del caos y anarquía, de los peligros que amenazaban su libertad e independencia y su futuro. Si el pueblo polaco, la clase obrera, el campesinado, la intelectualidad progresista, los genuinos patriotas, no entienden la complicada situación en la cual los distintos capitalistas, clérigos y revisionistas actuales les han llevado, saldrán de la sartén para acabar en el fuego. La falta de un partido comunista marxista-leninista sigue siendo el mayor obstáculo para la clase obrera polaca. Sin un partido comunista marxista-leninista no se puede encontrar el camino hacia la revolución. La clase obrera siempre permanecerá dividida y, los partidos capitalistas-revisionistas burgueses le manipularan para sus propios intereses. Una clase obrera dividida políticamente sin un partido comunista marxista-leninista siempre será el juguete en manos de otros partidos y jugará un papel entre la reacción y los reformistas. En la presente era, la revolución y cualquier cambio positivo y progresista en favor del pueblo y las clases oprimidas no puede llevarse a cabo si no son dirigidos por un partido revolucionario, marxista-leninista». (Enver Hoxha; Polonia solo puede ser salvada por su clase obrera, 13 de febrero de 1981)

[11] Finalmente Edward Gierek acabaría siendo uno más de la larga lista de dirigentes cesados por su ineptitud ante los problemas sociales y económicos. Esto fue adelantado por Enver Hoxha quién analizando los acontecimientos adelantó en 1971 que los líderes soviéticos estaban buscado un dirigente más fiel y menos trilero –Gierek debía apoyarse en los revisionistas soviéticos de los que tampoco podía escapar pero a la vez buscaba soluciones en los nexos con los países imperialistas occidentales–, un dirigente al que se le pusiera apretar mejor la correa, que respondiera mejor a sus intereses, y que no suscitara dudas cuando el pueblo polaco se alzara con nuevas protestas:

«La tumba de Checoslovaquia fue abierta y se mantiene abierta. Se abrió una segunda tumba aún mayor y más peligrosa para ellos: la tumba polaca. La camarilla de Gierek es una camarilla provisional que, aunque juegue a dos cartas, no podrá mantenerse en el trono. Los soviéticos quieren en Polonia una camarilla suya, dura, fascista y es difícil que la encuentren. Por tanto habrá disturbios en perspectiva. Ante su próximo congreso de 1971, los soviéticos se vieron obligados a darle unos cuantos mendrugos a Gierek, el cual pronuncia discursos y hace promesas que difícilmente podrá mantener. Brézhnev debe decir algo para engañar en el congreso, pues su política y la de sus compañeros está resultando un fiasco en todas partes. Estamos lejos de la luna de miel revisionista de la «unidad de acero». Figuras de «amigos» revisionistas saldrán a saludar al congreso con el ceño fruncido». (Enver Hoxha; La política soviética hacia los amigos»; Las superpotencias, 12 de enero de 1971)

Edward Gierek abandonaría su puesto como Secretario General del Partido Obrero Unificado de Polonia en 1980, irónicamente por haber aplicado las mismas medidas antipopulares de subida de precios que hicieron caer a su predecesor –Władysław Gomułka– y que él tanto había criticado y fustigado en los Plenos del Comité Central del partido en los años 70. Edward Gierek acabó siendo sustituido pues, por Stanisław Kania, y este a su vez dejó paso al tristemente célebre Wojciech Jaruzelski en 1981.

Ante las ya demostradas evidencias de traición de los ideales comunistas, como bien denunció en su época el Partido del Trabajo de Albania, éste instaba en todos los países dominados por este tipo de traidores a no demorar más el sentimentalismo hacía los viejos y gloriosos partidos comunistas, hacía los errores de su dirigencia y su línea, ahora pervertidas con la ideología burguesa de su agencia: el revisionismo; siendo por tanto como tarea inmediata para la clase obrera de esos  países la creación de nuevos partidos marxista-leninistas y lanzar al proletariado a la reconquista de la dictadura del proletariado:

«En las actuales condiciones, cuando las camarillas revisionistas están liquidando en sus países todas las victorias del socialismo, la clase obrera debe allí tener clara conciencia de que el partido revisionista en el poder no es ya un partido del proletariado, sino un instrumento en manos de estas direcciones traidoras para restaurar el capitalismo y engañar a las masas. Hoy no hay lugar para las ilusiones, las vacilaciones y las esperas. La clase obrera de los países revisionistas se encuentra actualmente ante la absoluta necesidad histórica de lanzarse nuevamente al campo de batalla, emprender una lucha implacable y consecuente hasta el fin para derrocar y aplastar a las camarillas traidoras, realizar una vez más la revolución proletaria, restaurar la dictadura del proletariado. Esto exige indudablemente decisión, audacia, sacrificios, la renovación del espíritu y de las tradiciones revolucionarias de los tiempos de Lenin y Stalin. Exige, en primer lugar y sobre todo, que los auténticos revolucionarios se organicen en nuevos partidos marxista-leninistas, que movilicen al proletariado y al resto de las masas trabajadoras, les organicen y conduzcan a la victoria su insurrección general». (Enver Hoxha; La clase obrera de los países revisionistas debe lanzarse al campo de batalla para restablecer la dictadura del proletariado, 24 de marzo de 1968)

Notas

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